viernes, 9 de mayo de 2008

Chiflados, pero heroicos - Articulo Rosa Montero




Hace ya algunos meses que vi la maravillosa película documental Grizzly Man, de Werner Herzog, y todavía no se me ha ido de la cabeza. Pocas veces he salido de un cine tan turbada. Esta historia desnuda y real cuenta con asombrosa sabiduría la vida de Timothy Treadwell, un chico norteamericano que durante trece años se pasó los veranos en un remoto parque de Alaska, viviendo junto a los feroces y hermosos osos grizzlies. Treadwell filmaba sus estancias, y luego enseñaba las películas en colegios y televisiones. Todo eso le convirtió en una especie de pequeña celebridad, en algo así como el chiflado de los osos. Herzog, que utiliza en su película fragmentos de las más de cien horas de filmación que Treadwell hizo (en las que sale sobre todo él mismo, porque era de un narcisismo alucinante), hace un retrato sutil e inolvidable del tipo. La mitad del documental, Treadwell te parece un imbécil; y la otra mitad, un pobre loco. Pero, al mismo tiempo, dentro de su extraña historia hay desesperación, y audacia, y épica. Y la impasible y sagrada belleza del mundo natural. Digamos que la película une lo estrafalario y lo grandioso.


La vida es esencialmente paradójica, y pocas veces he visto retratada de manera tan cruda la paradoja humana como en este film. Y así, el loquinario y patético Treadwell resulta también conmovedor y heroico. Sobre todo al final. Porque en su verano número trece (curiosa coincidencia para supersticiosos), un oso se lo comió vivo, así como a su novia, Amie Huguenard.


De Amie apenas sabemos nada. Aparece de refilón en las filmaciones, porque Treadwell quería dar la impresión de que pasaba los veranos completamente solo en medio de los bosques salvajes. Lo más espeluznante es que el ataque del oso que les devoró está grabado en audio. Esto es, no hay imagen, pero sí sonido. En la película podemos escuchar el principio: sólo unos segundos. Después Herzog, con muy buen criterio (hubiera resultado insoportable), decide no incluir el documento sonoro, e incluso aconseja que se destruya. Sin embargo, la película ofrece el testimonio del forense, que sí se vio obligado a escuchar la cinta. Y por él sabemos que el oso primero se enfrentó a Treadwell, que intentó echarle del lugar. Entonces el animal le atacó, mientras se oía a la chica gritar y gritar, cada vez más alto, hasta llegar a un chillido desgarrador: probablemente en ese momento el oso estaba ya mordiendo a Timothy y produciéndole terribles heridas. Entonces se escuchaba la voz de Treadwell que le pedía a Amie que se fuera: vete, márchate, corre, sálvate. Pero ella no hizo caso. En la cinta se oían unos golpes retumbantes y metálicos: el forense dedujo que Amie intentó apartar al oso de su víctima dándole sartenazos. Ya no explicaba más el médico: sólo decía que tardaron seis minutos en morir. Y que ella pudo irse, pero no lo hizo.


Sí, es verdad. Sin duda Amie pudo ponerse a salvo, mientras el oso se entretenía matando y devorando a Timothy. Siempre me han fascinado esos terribles momentos de prueba que, en ocasiones, algunas personas tienen la mala suerte de vivir. Cuando oigo hablar de uno de esos instantes críticos que te pueden convertir en un héroe o en un miserable, siempre me pregunto con inquietud qué hubiera hecho yo. ¿Hubiera escondido judíos en mi casa durante el Tercer Reich, arrostrando el riesgo de ser detenida y torturada por las SS? Me gustaría poder contestar que sí con total seguridad, pero lo cierto es que tengo mis dudas: soy más bien cobarde y la sola idea del dolor físico me espanta. Por eso admiro el temple de Timothy y Amie. Él tuvo la entereza de pedirle repetidas veces, mientras estaba siendo devorado, que le dejara y se salvara. Y ella, en fin, fue heroica al quedarse.


Una amiga querida, la periodista Nuria Labari, me dice que estoy en un error; que Amie debía haberse ido; que huir es de cuerdos; que Timothy era un chalado y lo único sensato que había hecho en su vida era decirle “¡Vete!”. Y que, obedeciéndole, Amie se hubiera salvado gracias a él y hubiera rescatado la memoria de Treadwell del disparate que fue su vida. Pues sí, todo eso es verdad. Pero está razonado a posteriori, sabiendo ya como sabemos que murieron los dos. En la indecible violencia y el horror del momento, Amie tiene la esperanza de poder ahuyentar aún al animal. ¿Cómo te vas a marchar dejando que el oso le devore? Y, si lo haces, ¿cómo te las vas a arreglar para vivir el resto de tu vida sin odiarte? He aquí dos personas marginales y grotescas, de las que la gente se reía, que supieron morir con dignidad. Ojalá no nos toque vivir pruebas así.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Utopía - Eduardo Galeano


Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve:para caminar.

Debo confesar - Albert Einstein

Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas.Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas.
Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad. Antes no había sentido ningún interés personal en la Iglesia, pero ahora siento por ella gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral.

Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente.




(Declaración de Albert Einstein, publicada por "Time Magazine" el 23 de diciembre de 1940, p. 40)
Dibujo de Andy-Warhol

Camas Vacias - El Maestro Joaquin Sabina


Ni tu bordas pañuelos ni yo rompo contratos,
ni yo mato por celos ni tu mueres por mi,
antes de que me quieras como se quiere a un gato
me largo con cualquiera que se paresca a ti.

De par en par te abro las puertas que me cierras,
me cuentan que el olvido no te sienta tan mal,
la paz que has elegido es peor que mi guerra
aquella cama nido parece un hospitla.

Yo en cambio no he sabido ir a favor del viento
que muerde las esquinas de esta ciudad impía,
pobre a prendiz de brujo que escupe al firmamento
desde un hotel de lujo con dos camas vacias.

¿Quién hará mi trabajo debajo de tu falda?,
la boca que era mia ¿de que boca será?,
el roto de tu ombligo ya no me da la espalda
cuando pierdo contigo lo que gano al billar.

Aunque nunca me callo, guardo un par de secretos,
lo digo de hombre a hombre, de mujer a mujer.
Ni me caso con nadie, ni guardo pa' mis nietos,
por no tener no tengo ni edada ni de merecer.

Como pago al contado nunca me faltan beso,
siempre que me confieso me doy la absolución,
yo no cierros los bares ni hago tantos excesos,
cada vez son mas tristes las canciones de amor
Psdt.: Del maestro de maestrso Sabina, lealo y no hay mas nada que decir.

lunes, 1 de octubre de 2007

Habla - Anonimo


Antes de tirarme a la piscina
vi a toda la gente, cada uno
en su carril, que no se habla.
Y pensé yo que qué triste.
Al volver después en autobús
vi a toda la gente, cada uno
en su asiento, que no se habla.
Y pensé yo que qué triste.
Entonces sonó mi teléfono
y vi que eras tú... no descolgué,
no sabía qué decirte, ¡qué triste!

Así, verte de lejos - José Ángel Buesa


Así, verte de lejos, definitivamente.
Tú vas con otro hombre, y yo con otra mujer.
Así, como el agua que brota de una fuente,
aquellos bellos días ya no pueden volver.


Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.


Así, verte de lejos, y no decirte nada
ni con una sonrisa, ni con una mirada,
y que nunca sospeches cuánto te quiero así.


Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.

La amistad correcta segùn Francesco Alberoni


En la amistad, la distancia entre lo ideal y lo real debe ser corta, no podemos proclamar una cosa y hacer otra. Los pactos han de ser respetados, la confianza recompensada.

La amistad ha de ser leal, sincera, límpida. El amigo debe querer el bien del amigo no con palabras sino en la práctica, debe acompañarlo en los momentos de necesidad. En la amistad no se puede engañar ni hacer el mal, hay que saber cuáles son las virtudes del otro y valorarlas. El amigo ha de ser abierto, lleno de vida, divertido, no debe aburrir ni abrumar, y tampoco debe ser demasiado generoso, exagerado con los regalos, puesto que si es así suscita la necesidad de correspondencia y reconocimiento, que resulta muy pesada. La amistad debe ser fresca, ligera, incluso cuando es heroica. La amistad dice siempre, incluso delante de la muerte: «no hay de qué».


La amistad existía en época de Confucio y existe hoy, y no hay motivos para pensar que vaya a desaparecer en el futuro. La amistad es tan sólo un modelo ideal que requiere ser respetado. Mientras lo sigamos, el mundo seguirá colmado de amigos, amigos que al vernos nos sonreirán.