Mi abuela me enseñò a leer.
Mi abuela me neseñò los libros y me traspaso su amor hacia ellos. No tuve elcciòn, fue su herencia. Mi abuela me dijo que con los libros yo nunca estaria sola.
Me enseñò a cuidar mis ojos adueñandome de ellos como el lugar mas preciado, el mas nìtido. Me explicò que si alguna vez fallasen los oìdos, no seria tan grave, poco me perderìa, todo lo que valìa escuchar se habìa escrito y lo rescatarìa con mi ojos. Me dijo que si alguna vez fallase la voz, no seria el fin. Recibirìa el sonido exterior sin devolverlo y nadie lo echarìa en falta, menos yo. Estaban las palabras para ser ejecutadas: por mis oìdos las que ya estaban concebidas, por mis manos las que quisiera inventar. Al final, sin mencionar siquiera otras carencias como el olfato o el gusto, mi abuela me dijo que ignorara la sordera y la mudez si llegasen a acometerme, que la ùnica falta total era la ceguera.
Que cuidara mis ojos. Sòlo con ellos podrìa leer. Sòlo ellos me salvarìan de la soledad.
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