Y victoria, con los ojos cerrados, debe haber soñado con la suya. Quizas soñaba con su padre, ese Bernardo oscuro y fornido que mostraban las fotografìas, con sus bigotes gruesos y su pelo negro tan cerca de las cejas y que jugaba con su hija. Si tù eres màgico, papà, ¿que magia me haras hoy dìa? Te harè desaparecer. ¿Còmo? Entonces èl le hablaba al aire, abracadabra pata de cabra, y alzaba las manos moviendo cada coyuntura de los dedos como si de ellos emanaran imperceptibles efluvios y con voz de mago todopoderoso decìa: a partir de este momento, Victoria serà invisible. Acto seguido preguntaba ¿ y donde esta Victoria? ¡desapareciò Vcitoria! Ella corrìa alrededor de la pieza gritando, ¡aqui estoy, aqui estoy!, pero los demas simulaban no verla. Contenta giraba por la casa, ¡no existo, no existo!, pensando gustosa en las maldades que haria ahora que naie la veìa. Cuando vencìa el aburrimiento se arrimaba a los pies de su papà y tomàndose de sus pantalones de decìa al oìdo, hazme aparecer quiero estar contigo. Y èl con su magia total, la traìa de vuelta a la vida. Una noche, Victoria, muy preocupada, lo llamò a su habitaciòn y desde el calor de las sàbanas le dijo casi susurrando, papà ¿que pasa si alguna vez se te olvida que me has hecho invisible y quedo desaparecida para siempre? No, mi niña, no temas, no se me olvidarà. Y si de repente algo te pasa, si debes irte en ese momento o si alguien te hace desaparecer a ti, ¿què me pasarà? tu papà es un mago, nada te puede suceder. Y si asì fuera, mi magia te traerìa de vuelta. Pero descuidad, chiquitita, yo siempre estarè.
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