Querido Padre:
No te conosco, te fuiste cuando yo era recien nacido, pero igual eres mi padre y mi mi madre, padre se tuvo que volver, claro que yo ya grandecito, mi madre padre, madre volvio ha ser. Por eso te escribo nuevamente.
Gracias por contestar a mi carta: «Optimismo y felicidad», aunque no sé si con tu respuesta «Manuscrito de problemas irremediables con fines fatales» he llegado a comprender que la vida evoluciona dentro de una serie de problemas que, al no tener solución, imposibilitan la felicidad. La verdad es que ya son muchas las ocasiones en que me abres los ojos y me haces ver la realidad de las cosas. ¿Recuerdas cuando te envié la carta: «La existencia de la libertad» y tú me contestaste con la de: «Utopía de un soñador coaccionado socialmente»? Ésa sí fue una forma de hacerme poner los pies en la tierra. Recuerdo que incluso insistí hablándote de ruptura y de derecho a escoger; entonces fue cuando me mandaste la inmejorable: «Destino irrevocable». Gracias.
Hoy he querido escribirte porque con tu última carta me he sentido un poco herido y he pensado que probablemente no la habría entendido bien. ¿Por qué criticas mi falta de ambición? Me dices que es fácil creer en la felicidad cuando uno se detiene sólo ante las cosas pequeñas. No dejo de repetir las palabras con que lo has ejemplificado (que son preciosas): «Cuando el ignorante se recrea en el canto del jilguero, el sabio lo analiza, y reconoce que es un llanto de dolor». ¡Jamás hubiese pensado que los pájaros llorasen tanto! A partir de ahora me compadeceré de su canto.
Gracias. Siempre por enseñarme lo que es la vida. Tú a lo lejos, has hecho de mí una persona más responsable. Por cierto, te agradezco muchísimo la lista de problemas que has adjuntado a la carta. ¡No sabía que mi situación fuese tan deplorable! Te prometo que intentaré sonreír con menos frecuencia y, si lo hago por descuido, releeré la lista para darme cuenta de que no tengo motivos para hacerlo. Todo esto para decirte que siempre has sido un gran estímulo en mi vida, porque me has hecho sentir tan poca cosa que me he pasado la vida luchando por superarme. ¿Recuerdo cuando éra niño? Lapiceros y cucharas fueron mis juguetes, nunca se rompian. ¡Gracias a ti siempre tuve juguetes ! Los triunfos de mi niñez y de mi adolescencia te los debo a ti. En el colegio nunca tuve cuadernos decentes y eso me estimuló tanto en los estudios, que me convertí en los mejores de la clase. Yo nunca fui capaz de hacer lo mismo por ti y el dolor por verte ,no bastó para hacerme fracasar. Perdón.
En tu carta me dices que tu matrimonio es un desastre y que tu vida, como la de todos, no vale nada. Sé que no eres una persona depresiva, sino que tu situación es deprimente y comprendo que no te guste hablar de los problemas de tu vida porque tu vida es un problema. A menudo me cuentas que las desgracias ajenas no son más que una repetición de tu propia vida y, por supuesto, nunca son tan importantes. No sabes lo triste que me siento. He leído tu carta una y otra vez buscando un solo detalle con el que sentirme identificado contigo. Le he preguntado a mi Madre por qué siempre intenta hacer que cada día sea maravilloso cuando en realidad no tiene por qué serlo. Para colmo he progresado. Te prometo que he intentado no hacerlo, pero mi yo interior no ha querido escucharme, dice que no hay nadie más cualificado que yo... ¿te imaginas? Yo, que soy un inconsciente, que ni siquiera soy capaz de analizar el mundo tal como es. Lo peor es que, aunque me avergüence decirlo, en ese momento me he sentido feliz. Perdóname. Tal como dijiste en tu carta: «Lo efímero del tiempo» la felicidad no puede durar, y por eso esta larga relación que nos ha unido durante años debe terminar. Sabes que no tengo remedio, en realidad creo que no te merezco. Imagino tu cara si supieses que después de leer tu carta me fui al cine con Lizzette. Pero aún hay más... ahora me voy a una fiesta.
Espero que algún día todo el mundo esté a la altura de tus conocimientos. Yo ya no me siento capaz de seguir luchando contra mí. Siempre fui débil, como tú dijiste. Suerte con todo. Tu hijo lejano,Victor
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