
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve:para caminar.
Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas.Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas.







Los peregrinos fueron a América porque temían ser perseguidos. Temor, miedo... ¿Y qué pasó luego? Los peregrinos llegaron a América, temerosos y asustados, se encontraron a los indios y tuvieron miedo de ellos, así que los mataron; luego empezaron a tener miedo de sus paisanos, empezaron a ver brujas por todas partes y las quemaron; luego, hicieron la Revolución y ganaron, pero tenían miedo de que los ingleses volvieran. Entonces, alguien escribió la Segunda Enmienda, que dice: Conservad vuestras armas porque los ingleses podrían regresar. ¿Y qué pasó? ¡Los ingleses volvieron de verdad! Y ¿qué es lo peor que se le puede hacer a un paranoico? ¡Que sus miedos se conviertan en realidad! El miedo que sienten los americanos se remonta a la época en que en este país vivía una población de esclavos que, en los 86 años transcurridos desde la Guerra de Independencia de 1776 a la Guerra Civil en 1861, se incrementó de forma desmedida, pasando de 700.000 a 4 millones de individuos. Los blancos estaban aterrorizados por la idea de que los negros pudieran obtener la libertad. En 1863 Samuel Colt inventó el revólver (el arma de seis tiros). Hasta ese momento era imposible hacer más de un disparo a la vez. En los 10.000 años anteriores, siempre había sido necesario recargar todas las armas antes de hacer un segundo disparo. En cambio, el Colt era portátil y económico. Y así los blancos del Sur se armaron con lo que llamaron “El Pacificador” y lograron mantener la esclavitud 25 años más. En los 40 años siguientes, Colt en mano, se exterminó a los indios. Por el miedo, los blancos fundaron el Ku Klux Klan y poco después la Asociación Nacional del Rifle, que quería que las armas las tuvieran exclusivamente los blancos. Cuando en los años cincuenta, la población de color se hartó y se rebeló los blancos construyeron y se refugiaron en barrios residenciales con montones de armas. Resultado: gran parte de los 250 millones de pistolas y fusiles existentes en Estados Unidos son propiedad de los blancos que viven en barrios residenciales muy tranquilos y seguros, donde prácticamente no hay delincuencia. Y por esa razón, en Estados Unidos, la mayor parte de los crímenes ocurren en las casas, entre marido y mujer, entre novios, entre compañeros de trabajo.

Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas. Durante algún tiempo, el mundo fue un milagro. Luego regresó la oscuridad. La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete embiste contra la puerta. Un sólido portón de metal y madera que no tardará en hacerse trizas. Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la entrada.Vienen a por nosotras. Las Buenas Mujeres rezan. Yo escribo. Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están siendo devoradas por el gran silencio, hoy constituyen mi única arma. La tinta retiembla en el tintero con los golpes, también ella asustada. Su superficie se riza como la de un pequeño lago tenebroso. Pero luego se aquieta extrañamente. Levanto la cabeza esperando un envite que no llega. El ariete ha parado. Las Perfectas también han detenido el zumbido de sus oraciones. ¿Acaso han logrado acceder al castillo los cruzados? Me creía preparada para este momento pero no lo estoy: la sangre se me esconde en las venas más hondas. Palidezco, toda yo entumecida por los fríos del miedo. Pero no, no han entrado: hubiéramos oído el estruendo de la puerta al desgajarse, el derrumbe de los sacos de arena con que la reforzamos, los pasos presurosos de los depredadores al subir la escalera. Las Buenas Mujeres escuchan. Yo también. Tintinean los hombres de hierro bajo las troneras de nuestra fortaleza. Se retiran. Sí, se están retirando. Al sol le falta muy poco para ocultarse y deben de preferir celebrar su victoria a la luz del día. No necesitan apresurarse: nosotras no podemos escapar y no existe nadie que pueda ayudarnos.
El primer amor puede surgir desde la primera adolescencia hasta la tercera edad. Se dan casos de ancianos que han descubierto, ya en la residencia, que nunca habían estado enamorados como en ese momento. Repito de nuevo que el primer amor no es siempre el primero que se experimenta, sino el que queda fijado de forma indeleble, el que sirve de referencia y guía para las relaciones posteriores. El que algunos han dado en llamar «el gran amor», o «el amor de la vida» o «el amor verdadero».
Durante muchos siglos esta decisión [la negativa de la Iglesia católica a la ordenación sacerdotal de mujeres] se basaba en la ancestral desconfianza y desprecio hacia la mujer. Tomás de Aquino dice que la mujer no puede ser sacerdote porque «vive en estado de infeción», y por ello no tiene la dignidad necesaria (Sum. Theol., Supl. 39, a.1). En este momento el rechazo no se funda ya en una creencia tan insostenible, sino en una interpretación de las intenciones de Jesús de Nazaret, que me parece traída por los pelos. Se afirma que si no eligió mujeres apóstoles es porque quiso que fueran exclusivamente hombres. Esto supone olvidar que en cada momento histórico hay imposibilidades reales dependientes de la situación. Volar no es una imposibilidad, puesto que ahora hay aviones, pero lo era hace dos mil años. La mujer en Palestina no podía ni siquiera testificar en un juicio: su testimonio no tenía ningún valor. ¿Cómo se la iba a elegir para testimoniar una doctrina? Sacar de esa imposibilidad circunstancial una prohibición permanente es como decir que puesto que Jesús no usó la televisión para predicar, los cristianos actuales no deben utilizarla.


Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.


"Creo que el amor pasional es un producto de nuestra imaginación, es un producto de nuestro deseo y es un producto de nuestra necesidad, y como tal, es pura ficción, una invención que arrojamos al primero o a la primera que pasa a nuestro lado. Entonces lo que sucede es que esa pasión, que es un invento, se corroe, se lacera y se deteriora con la cotidianidad, porque efectivamente, cuanto más conocemos al otro menos nos lo podemos inventar".